Hace unos días publicaba la reseña de lo que para mí era (es) un pésimo juego patrio. Obviamente dicha reseña atrajo a troles, parientes y amigos de los creadores del juego y los comentarios agresivos florecieron como capullos en primavera (también los hay en otoño, ojo).
Unos días después reseñé otro juego nacional que esta vez gustó, convenció y mereció una reseña positiva.
Estas dos reseñas son dos ejemplos de cómo valorar juegos por lo que son (o al menos lo que le parecen a uno), sin importar su nacionalidad o cualquier otra característica derivada de su procedencia.
En esta casa gustan los juegos, los buenos juegos, y a la Ficha Negra le importa un pepino si los han creado en Sebastopol, Pekín o la Manga del Mar Menor.
Un juego es bueno o malo con independencia de su nacionalidad.
Para hacer esta afirmación no hace falta tener estudios primarios, cierto, pero a veces parece que se nos olvida, como lo demuestra el hecho de que actualmente tenemos dos tendencias polarizadas (y radicalizadas) en las redes.
Por un lado están los detractores de cualquier producto nacional. Aquellos que, por defecto, suelen despreciar cualquier juego español y no dudan en catalogarlo de mierda pinchá en un palo antes incluso de echarles un tiento. Estos detractores son los que suelen basar esos comentarios en que la mayoría de juegos españoles son fillers o familiares de poca enjundia.
Para mi gusto el desprecio masivo y en piloto automático confunde la velocidad con el tocino, o lo que es lo mismo, el hecho de que un juego sea malo simplemente por ser un filler. Hay fillers maravillosos. Además. hay juegos medios o de culo duro españoles que también son malos, y no son fillers.
Es cierto que la mayoría de juegos españoles son juegos ligeros, pero dentro de esa categoría habrá de todo como en botica, juegos buenos, juegos malos y juegos regulares.
Las plataformas de financiación colectiva y el aumento de editoriales españolas han provocado (afortunadamente) el aumento de juegos nacionales, en su mayoría fillers, y dentro de ese aumento de producción es cierto que sale mucha paja, mucho juego regulero tirando a malo, pero no por ello TODOS los juegos nacionales son malos.
Esta opinión hasta ahora dominante está cambiando radicalmente en las redes. Últimamente destacan en twitter y facebook comentarios fabulosos sobre juegos malos y "reguleros". Es cierto que las redes todo lo magnifican, pero empieza a dar vergüenza ajena ver comentarios barrocos en los que todo lo referente a juegos españoles es "épico", "mítico", "excelente", "fantástico". Todos somos "cracks" y "super majos".
Lo siento pero no. Esa tampoco es la realidad.
Muchos podrán decir que las redes son perversas y su inmediatez lo contamina todo. Pero no. No es eso.
Sólo hay que echar un vistazo a algunos blogs y otros tantos canales de youtube: todo mola, todo es muy guay, estamos rodeados de juegazos. Señores, el espíritu crítico se está yendo a tomar por culo.
Y se está yendo a la mierda bien por amiguismo, bien por un patriotismo mal entendido o bien por falta de criterio o bagaje (o por todas ellas).
La falta de criterio no afecta sólo al reseñador sino también a muchos lectores, que cuando ven una crítica negativa se lo toman como algo personal y suelen lanzar toda su bilis contra el que reseñó (independientemente a que la reseña sea respetuosa y argumentada).
¿Qué nos está pasando?
A los futboleros nos gusta ver buenos goles y nos da igual que los marque un portugués, un argentino o un español. ¿Acaso cuando escuchas música te preguntas de qué nacionalidad es su autor? ¿Cuándo lees un libro lo valoras según la nacionalidad del escritor?
Pues lo mismo con los juegos. No nos radicalicemos y valoremos los juegos por lo que son, no por el lugar del que proceden. Hagamos caso a Horacio (no el de CSI) y su famosa Aurea mediocritas.