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miércoles, 15 de noviembre de 2023

Ruido

 


Esta semana ha vuelto a pasarme una de esas estrambóticas anécdotas de Wallapop.

Un pseudo “influenser” contactó conmigo hace un mes para comprarme unos cuantos juegos. El individuo en cuestión ya me pidió hace un par de años dos juegos y tras marearme que si sí, que si no, que si sí definitivamente, se arrepintió y los juegos se quedaron donde estaban.

Esta vez tras reservarle los juegos, decirle a otros posibles compradores que no estaban disponibles y quedar con él en firme para que los recogiera ayer, el individuo no se presenta a la cita a pesar de que le envié un mensaje por la tarde, el cual leyó y no contestó, para recordarle nuestro encuentro.

Para colmo, le explico la anécdota a una amiga y, casualidades de la vida, me comenta que justo el mismo día de nuestra cita, nuestro comprador pasó por su casa a comprarle unos cuantos juegos de segunda mano. Y es que, ciertamente, estos “influensers” tienen que comprar muchos juegos para generar su abundante e inacabable contenido diario.

Cuestiones personales aparte, esta anécdota portagonizada por un “instagramer“, “tiktoker”, “youtUber” o “whatever” me ha animado a reflexionar sobre esas amadas plataformas de divulgación que aportan a nuestra afición tanta información veraz y profunda.

Quizá soy demasiado viejo y amargado, pero voy a decirlo alto y claro: detesto esas formas de comunicar y divulgar una afición.

Las detesto porque son superficiales, innecesarias y no aportan absolutamente nada interesante para los aficionados (en nuestro caso) a los juegos de mesa. Ver fotos de gente maquillada y disfrazada posando con la caja del juego y una estupenda sonrisa no es lo que busco en los juegos de mesa.

A mí me gusta JUGAR y hablar de juegos. Leer reglamentos y discutir sobre tácticas y estrategias. Recordar tiradas míticas y puntuaciones pésimas, rememorar derrotas catastróficas y victorias épicas.
Nada me aportan las fotos sonrientes, ni los disfraces, ni los canalillos de las instagramers. Nada.

Para las editoriales todas esas poses tendrán seguramente un efecto de difusión y publicidad, pero para mí esas fotos, esos vídeos y esas entradas que proliferan como “influensers” en  eventos lúdicos no son más que ruido y acaban generando un efecto contrario para el juego que publicitan.

Algunos afirmarán que uno puede abstraerse del ruido, “pues no lo mires” dirán, y quizá se pueda, pero es molesto.

Muchos de estos medios presumen de aportar “contenido diario” y yo me pregunto cómo se puede hacer un contenido serio, riguroso y profundo sobre juegos de mesa si cada día, sin ser divulgador profesional, tienes que disfrazarte, maquillarte, desplegar el juego, hacerle veinte fotos, editarlo todo y además jugar (y trabajar, hacer la compra y, en definitiva, vivir).

Para hablar de juegos lo primero es jugar. Toda esa parafernalia, todo ese escaparate y el tiempo que lleva prepararlo y editarlo, no creo que deje mucho tiempo para jugar. Expertos en posar, pero no tanto en jugar.

Creo que la premisa debe ser “divulga porque juegas”, porque gozas jugando, y no “juega porque tienes que divulgar”.

Cada vez se consume más contenido de este tipo. Mucho escaparate, pero poca chicha, y eso seguramente no es sólo culpa de quien genera el ruido, sino de quien lo apoya visualizándolo y apoyándolo con “likes” y suscripciones.

Como decía antes, quizá es que soy mayor para esto y además probablemente tenemos lo que nos merecemos. Sí, tenemos muchos “medios” que reflejan aquello que pide nuestra sociedad: inmediatez, un vistazo rápido y a por otra cosa.

Demasiado ruido para mis oídos.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Morir de éxito

 


Como todos debéis saber, este fin de semana se ha celebrado en Barcelona el DAU, el festival de juegos más grande de España que en 2021 celebraba su décimo aniversario (y además la despedida de su ideólogo, padre y madre Oriol Comas).


DAU es un evento que ha hecho muchísimo por la difusión del juego y el crecimiento de la industria lúdica en este país. Un éxito descomunal que se ha visto reflejado en su constante crecimiento y aumento de asistentes. Cada año más actividades y más público.

Basta con asomarse a las redes para ver cuánta alegría y buenas palabras hay para el festival. Editoriales, autores e “influensers” se congratulan de lo fantástico que ha sido el evento.

Y no me cabe ninguna duda de que así ha sido para ellos.
Como autor entras al festival con tu “acreditación”, sin colas, y tienes tu mesa siempre llena de gente que prueba gustosamente tu diseño. Una maravilla.

Como “influenser” saludas a tus colegas de toda España, charlas, salseas, te ríes y disfrutas el festival durante y después del mismo. Inmejorable.

Como editorial tus mesas siempre están llenas y tus juegos se dan a conocer a un público cada vez mayor. Perfecto.

Un servidor ha ido al DAU en casi todas sus ediciones en su rol de padre de familia que acompañaba a sus niños (uno muy poco jugón) a pasar un día de juegos.

Este año no.

Y no he asistido porque me parece terrible que para un evento así haya que hacer colas de hora u hora y media fuera del recinto, por mucho que haya animadores contratados para hacerte la espera más llevadera. No he asistido porque una vez que has accedido al evento tras hora y media de espera vas a tener que deambular otro buen rato para encontrar alguna mesa vacía. No he asistido porque (así me lo han dicho otros padres y madres asistentes) muchas veces debías volver a hacer cola cuando cambiabas de recinto dentro de la propia feria.

Reitero que no se le puede quitar ni una milésima de reconocimiento al festival y que no se le puede negar todo lo que ha hecho por los juegos de mesa en España.
Pero he tenido que escribir estas líneas porque no he leído aún ni un solo comentario negativo en relación al festival y creo que es positivo poner el acento en las cosas que quizá no han funcionado tan bien.

DAU es un festival al que el recinto Fabra i Coats hace tiempo que se le ha quedado pequeño y lo que eso puede provocar en algunas familias, en la mía por ejemplo, puede ser muy  contraproducente pues, al menos en mi caso, no vamos a volver al festival mientras sigan dándose estas circunstancias.

Y es una pena porque siempre que hemos ido lo hemos disfrutado muchísimo.

Espero que haya muchos DAU venideros. Pero así no, por favor.

Morir de éxito.

lunes, 24 de agosto de 2020

Reediciones: ¿oportunidad o sacacuartos?

 


Hace poco se hizo viral en las redes una presunta cartelera de cine en la que estrenos de 1995 coincidían uno por uno con estrenos de 2019. 

Con esta foto retocada se criticaba la ausencia de ideas y se hablaba de crisis creativa en el mundo del cine (el comercial, básicamente), que vive de "remakes", adaptaciones de cómics y lavados de cara de clásicos y películas animadas.

En el mundo de los juegos de mesa últimamente da la sensación de que las ideas también flojean y los productos originales y chisposos no abundan. Las novedades no suelen ser rompedoras y muchas editoriales han optado por las reediciones de juegos, dándoles unos lavados de cara espectaculares, mejora de componentes (la famosa "deluxificación") y la consiguiente subida de precio.


Exista o no falta de chispa en los últimos lanzamientos , las reediciones están ahí y son de distinta naturaleza:

a) Por un lado tenemos las de juegos cuya reedición es de agradecer porque hace tiempo que no se encuentran en el mercado.

En estos casos a veces se reimprime sin más (Ginkgopolis, veremos a qué precio sale) y otras veces se aprovecha para añadirle algo, mejorarlo estéticamente y subirle el precio un buen pellizco. En este apartado tenemos casos como Macao-Amsterdam, Bruges-Hamburg, Egizia y el paradigma por excelencia: Rococó, un juego que hace unos años se podía comprar por 25 € y ahora  se venderá por 110 en versión deluxe.

Es cierto que, como decía mi abuela, "teta y sopa no cabe en la boca". Así, que si quieres un juego rebonico, con cartón gordo y mucha madera, te va acostar tus buenas pesetas. Pero esto se está pasando de castaño oscuro y ahora cualquier juego antaño asequible se reedita ahora a precio de oro.

He leído en redes a varias personas diciendo que estos lanzamientos de juegos buscados acaban con los especuladores. Se dice que se acabó ver cómo alguien pide 90 € por un Rococó, pero esa no es exactamente la realidad, porque lo que ocurre es que el especulador no desaparece, simplemente cambia. Ahora quien especula no es un particular, es la propia editorial. Y nosotros compramos.

Esta cuestión es crucial pues aunque parezca que la "culpa" de este encarecimiento absurdo es de las editoriales, la realidad es que es un problema nuestro, de los consumidores que compramos todo y a cualquier precio. 

b) Por otro lado tenemos reediciones de juegos antiguos (viejunos y no tan viejunos) que hasta hace poco se vendían por dos duros. Así, "remakes" como el de Giants (Rapa Nui), China (Iwari), Metro (Skyrise), etc. se presentan como ediciones que mejoran el original, sea por su aspecto, sea con alguna mecánica: "Skyrise honors the spirit of Metropolys, while raising it to new heights" -dice literalmente la descripción de la nueva versión de Metropolys- (gran juego por cierto).


A pesar de las promesas de cambios sustanciales y mejoras en las mecánicas, a menudo estas reediciones se limitan a cambiar el grafismo y mejorar los componentes. Lavados de cara a precio de oro.

Sobre las ediciones mejoradas me gustaría diferenciar entre los juegos que tienen diferentes ediciones en el mercado y los que no. Hace poco comentábamos que, por ejemplo, una nueva versión cara y "deluxificada" como la de Modern Art es una bendición, porque quien ya tenga el juego  podrá elegir si se gasta su dinero o le basta con su copia antigua y quien no lo tenga podrá elegir entre una versión más económica o la cara si es muy fan. Sí, haters, esto también vale para Rococó y hasta para el insfufrible Yedo (aunque no sé cómo esta apología del tedio puede tener algún fan).  

Sin embargo, otros lanzamientos reeditados no tienen ediciones baratas en el mercado, por lo que no hay alternativa y las reediciones se convierten en un sacacuartos importante, sobre todo para quien no lleva tanto tiempo en el mundo de los juegos de mesa y por tanto tiene una ludoteca reducida y en crecimiento.


En este sentido, el de la veteranía del jugón, muchos dicen que es positivo que se reediten joyas, porque así son accesibles a todo el mundo. Sin embargo, salvo excepciones de juegos difíciles de encontrar, los buenos juegos con ediciones antiguas pueden encontrarse fácilmente y mucho más baratos. Pagar 40 euros por Iwari cuando en el mercado hay ediciones antiguas de China por 10 euros me parece un poco absurdo (salvo para los ultra fans del juego).

c) Por último tenemos las reediciones "de aniversario". En estos casos tenemos reediciones con la excusa de que el juego cumple años y hay que celebrerlo (El Gran Dalmuti -con una edición nueva más fea que Picio-, Dungeon Fighter o Big City -que cuesta un riñón y parte del otro-).  Estas reediciones estarían dentro del apartado anterior, pero con coartada. Para muy fans.

En definitiva, sea una sensación o una realidad, lo cierto es que aparentemente abundan las reediciones de juegos: algunas se agradecen, por ser títulos que llevan mucho tiempo fuera de mercado, pero lo habitual es encontrar reediciones innecesarias que aprovechan la reimpresión para encarecer un producto por el morro y de paso maquillan la ausencia de títulos más estimulantes.

Si has llegado hasta aquí me interesa saber si crees que esto de las reediciones es una obsesión de la Ficha Negra o realmente crees que hay muchas y algunas innecesarias.

Opinad, que es gratis, y sobre todo jugad mucho.

viernes, 18 de octubre de 2019

Alrededor de la mesa


Hace algo más de un mes el amigo Luis Fley publicó en su web "Jugar a Perder" un interesante artículo de opinión, "Contigo no juego", en el que se preguntaba en voz alta si éramos capaces de jugar a juegos de mesa con quienes piensan política, social o vitalmente de forma opuesta a nosotros. Podéis leer el artículo aquí

Antes de eso, hace unos meses, tras una noche de juegos en la blackcueva tuvimos una tertulia sobre este tema y me planteé escribir un artículo sobre ello. No es la primera ocasión que el bueno de Luis me pisa el tema para un artículo, así que quise dejar reposar sus ideas durante un tiempo antes de escribir mi opinión al respecto.

Esta semana he visto en redes un par de comentarios que opinaban de nuevo sobre el tema y finalmente me he decidido a sacarle el polvo a mi borrador y darle forma.

Respecto a lo planteado Luis Fley opinaba rotundamente que sí y decía que "una persona en las antípodas de mi pensamiento puede ser un gran compañero de mesa".

Jugar a juegos de mesa es para mí un acto de relajación, de evasión y, en el fondo, una necesidad, casi física, para distraerme y no explotar por el estrés y las prisas diarias.
Es además una actividad social que por suerte o por desgracia precisa la participación de otras personas y por ello busco compañeros de mesa con los que pueda bromear, ser yo mismo y hablar de cualquier cuestión que se plantee. Porque, como dice mi buen amigo Nano, no es tan importante lo que sucede EN la mesa como lo que sucede ALREDEDOR de la mesa.

Obviamente elegir los compañeros de mesa no significa que deje de sentarme a jugar con cualquiera que se desmarque de mis ideas. Tengo amigos, jugones y no jugones, con los que comparto mi mesa y mi vida a pesar de que no compartimos todas nuestras ideas.

La cuestión nuclear es entonces la intensidad de la discrepancia. Una cosa es poder discrepar y no coincidir en cosas triviales y otra es disentir en valores estructurales de cada uno, en principios esenciales de tu pensamiento.

Fley ponía como ejemplo a dos aficionados al fútbol, forofos de dos equipos diferentes que, sin embargo, son capaces de compartir asiento en un estadio. Pues claro, porque el fútbol es una cosa trivial y es de idiotas que eso separe a las personas.

Otra cosa es cuando la discrepancia es más severa, profunda y sentida, cuando afecta a valores.
¿Acaso podrías jugar con personas con ideas políticas antidemocráticas, ultraderechistas o fascistoides?

Mucha gente responde diciendo que mientras esas personas sean educadas, sean capaces de dialogar, no se hable de temas controvertidos y se comporten correctamente, no hay problema.

Según esta premisa te puedes sentar a echar unas partiditas con los "señores" de la foto de la izquierda siempre que apaguen la antorcha, se quiten la capucha, sean correctos, educados y no hablen "de sus cosas".

Si habla de "victory points, tracks, kingmakings" y no habla de "lo suyo" ¿qué más da si luego se va a patear indigentes a un cajero? A ti no te afecta.


Incluso, si queremos pasárnoslo teta, el juego elegido para la ocasión podría ser éste de la derecha.

No sé cómo acabaría la cosa, pero la experiencia iba a ser dinámica y visceral. Muy auténtica.

¿Jugarías con alguien tremendamente educado y que además es un compañero de juegos brutal a sabiendas de que luego le zurra a su mujer cuando llega a casa?


Muchos dirán que estos ejemplos son demagógicos y exagerados, pero siento deciros que seguro que hay racistas y maltratadores que juegan a juegos de mesa y seguro también que tienen compañeros de mesa que se sientan con ellos.

Volviendo a la idea de que la cuestión esencial es la intensidad de la discrepancia, cabe destacar que esa intensidad es algo subjetivo. Así, muchos dirán: "hombre, si es un maltratador no le quiero en mi mesa,  pero si vota a VOX no pasa nada si no hace daño a nadie".

Pues señores, ese es el quid de la cuestión. Cada uno tiene su sensibilidad y sus líneas rojas que no pueden ser traspasadas. Cada uno puede poner sus límites donde crea conveniente y descartar a sus compañeros de mesa por su forma de jugar, por su parálisis, por tramposos, porque no nos caen bien y, ¿por qué no?, porque sus VALORES, con mayúsculas, están en las antípodas de los nuestros.

Y aquí un servidor prefiere no sentarse a jugar (ni ninguna otra cosa) con según qué personas que tienen determinados valores.  

miércoles, 27 de febrero de 2019

Tramposos


Siempre que me encargan llevar a cabo una actividad extraescolar de juegos de mesa en un colegio me encuentro con algún niño o niña, con algunos, que no saben gestionar su frustración cuando pierden.


Y no saben gestionarla porque son niños, porque no están habituados a jugar a juegos de mesa (sí, sorprende, pero es cierto) y porque, no nos engañemos, perder jode.  Por eso, es normal que las criaturas no gestionen bien su frustración cuando no ganan, pero para eso, entre otras cosas, está el educador contratado.


Al final de curso esos niños y niñas que no gestionaban bien sus derrotas consiguen llevar con toda naturalidad una partida perdida y valoran lo bien que se lo han pasado durante el juego ganen o pierdan.

Lágrimas y rabietas son la forma más habitual de manifestar la frustración, pero no la única: para no perder algunos prefieren hacer trampas. Y esa es una cosa que también trabajamos en los talleres.

Como educador, detesto las trampas y hay que trabajarlas. Pero como jugón las trampas son algo que odio profundamente.  Me supera.
Como todo jugón me he sentado en muchas mesas y con muchos grupos diferentes. En muchos grupos encontramos al típico jugador con fama, normalmente justificada, de chanchullero, marrullero, fullero y trilero. Ese tipo de jugador que rebonina turnos y suele acabar sus rebobinados con una moneda o una madera de más. Ese tipo de jugador que siempre tiene en la mano la combinación fabulosa de cartas para hacerte "catacróquer".

Una cosa es equivocarse esporádicamente en los cobros y pagos (un servidor suele jugar muy rapido y la lía de vez en cuando pagando y cobrando de menos y a veces de más) y otra es la insoportable rutina chanchullera.

Si hay una cosa que no soporto en los juegos de mesa son las trampas (otra es el análisis parálisis). Antes me corto un pulgar que ganar con trampas.

Puedo entender que críos de ocho y nueve años que estén aprendiendo a gestionar su frustración  recurran a las trampas, pero nunca entenderé qué puede llevar a cuarentones padres de familia a hacer trampas para ganar. Incomprensible.

Suele coincidir que los tramposos son además malos ganadores que se jactan de sus chanchulleras victorias y se cachondean de sus compañeros de mesa.

No sé si vosotros tenéis alguno en vuestro grupo.

Nunca en mi mesa.

miércoles, 31 de octubre de 2018

Essen: the times they are a-changin'



Come gather 'round people
Wherever you roam

And admit that the waters
Around you have grown
And accept it that soon
You'll be drenched to the bone.
If your time to you
Is worth savin'
Then you better start swimmin'
Or you'll sink like a stone
For the times they are a-changin'.

Dedos limpios que acaban sucios y oliendo a polvo. 
Investigar y estudiar antes, buscar y escudriñar cajones o estanterías durante y marcharte a casa con los tesoros imposibles después, fueran vinilos o cajas repletas de cartón y madera.
Eso es una feria. Mi feria.

Hasta hace unos años eso (y mucho más) era Essen: novedades ilusionantes y antiguallas misteriosas coexistían en armonía, ofertas estupendas e insuperables en cada rincón convivían con el ansia y el hype novedoso. 
Pero Essen evoluciona con los tiempos.
Las pilas de ofertas irresistibles prácticamente han desaparecido. Las abundantes tiendas con saldos se han marchitado y los puestos de segunda mano van pereciendo y resistiendo estoicamente en las esquinas de los pabellones menores.

Mires donde mires encuentras los mismos juegos a los mismos precios.

Como amante de lo antiguo esta evolución me entristece. Añoro esos retos, ahora imposibles, que cada año me imponía cuando iba a Spiel, cuando pretendía encontrar esas joyas imposibles que llevaba meses buscando.

Essen ya no es el antiguo Essen, es el reflejo de lo que nuestra afición es hoy en día.
Los juegos aparecen repentinamente con un ruido ensordecedor y a las dos semanas desaparecen y se desvanecen como la espuma de un refresco.

Essen es el espejo de ese ritmo frenético. Las novedades han devorado los juegos antiguos (y hoy es antiguo lo que pasa del año). Cada vez hay más chiringuitos de editoriales que venden directamente su producto a quienes lo ansiamos desesperadamente. El combo perfecto que provoca que el espacio de los pabellones se vaya llenando de editores a costa de los tenderos.
Somos nosotros, los aficionados, quienes hemos convertido la feria en lo que es ahora. 
Y esa conversión no es necesariamente mala. Ni buena. Es lo que es y punto. Los aficionados y los tiempos están cambiando. Admitamos que las aguas han crecido a nuestro alrededor, aceptemos que pronto estaremos calados hasta los huesos, y si creemos que podemos salvarnos, será mejor que nademos o nos hundiremos como piedras, porque los tiempos están cambiando.

No hay vuelta atrás. 

Volvería a la feria mañana mismo porque he vuelto de allí habiéndola disfrutado como un niño, aunque con la añoranza de otras ferias pasadas que me hacían disfrutar más y de otro modo. Éste es el Spiel que hemos creado y al que tenemos que acostumbrarnos a partir de ahora.

Los tiempos están cambiando.





jueves, 18 de octubre de 2018

Mitos y leyendas de Essen


Se acerca Spiel y voy viendo en redes sociales los típicos comentarios, chascarrillos y demás frases hechas sobre Essen. Vamos a ver qué pasa con esos mitos y leyendas.

- "Para ir a Essen hay que reservarlo todo con muchos meses de antelación porque si no...". 

Hombre prevenido vale por dos y a quien madruga dios le ayuda, seguro. Pero esta frase es una tontería como un piano. Ésta va a ser mi quinta feria y siempre, por circunstancias personales, siempre he tenido que reservar con pocas semanas de antelación. Obviamente si quieres alojarte en algún hotel cercano a la feria tienes que reservar mucho antes, pero hoy en día hay alojamientos a tutiplén y a buen precio a poca distancia de Essen. 

¡Falso!

- "Essen es una feria consumista, mucho comprar y poco jugar". 

Otro mito totalmente falso. Es evidente que si te pegas una "jartá" de kilómetros vas a comprar juegos, pero no es cierto que vayas a comprar y ya está. En mis últimas visitas a la feria he jugado como un poseso antes, durante y después de la feria. La cosa es no hacer el zanguango y saber a lo que vas, buscando mesas de demos de forma inteligente y sentándote a catar juegos a puñaos. Y si es antes de comprarlos, mejor. Así más de una vez te evitas gastar dinero en juegos reguleros.

¡Falso! 

- "Qué suerte, montones de juegos con descuento y un montón de mini expansions exclusivas de Essen"

Esto antes era verdad, pero ahora los precios de la feria son a menudo más elevados que los de venta en tiendas. Para colmo, la costumbre del "goodie" exclusivo se está perdiendo, como la tapa gratuita cuando te pides una caña en el bar. ¡Cabrones!

¡Falso!

- "Llévate un omeprazol porque vas a comer fatal".

Gilipollez nivel Champions League. El nivel de la comida dentro de la feria es nefasto, cierto, pero a ver alma cándida: sales de la feria, vas a un restaurante, te oxigenas de tanto juego, charlas con tus colegas, descansas un poco de tanto caminar, acabas de comer y vuelves a entrar. 
Ahhhhh no habías pensado en eso, claro.

¡Falso!

- "Ir a la feria para comprar novedades... si todo llega"

Cierto, todo llega y además hoy en día en la lengua de Cervantes. Pero no todos tenemos esa obsesión por lo nuevo. En Essen puedes comprar viejunadas y cosas raras y eso es lo que (a mí al menos) más me gusta de la feria. Cada vez hay menos chiringuitos de segunda mano, pero seguiremos disfrutando con los que queden. Que viva lo viejuno.

- "Llévate la billetera llena porque allí todo es dinero negro"

Poco a poco la gente va aceptando pago con tarjeta. Muy pocos. Así que es totalmente cierto que la Merkel mucho apretar con el déficit, pero allí el dinero "B" corre que da gusto.

Que no, que no. Que los agoreros no nos van a estropear la experiencia. 
Essen mola y si no te mola no vayas y déjanos disfrutar a los demás.

¡Qué poquito queda, coño!!!!!!!!!




miércoles, 3 de octubre de 2018

El grupo




Reseñadores, opinadores e "influensers" nos obsesionamos frecuentemente con analizar los juegos por sus mecánicas, funcionamiento y demás cuestiones técnicas, dejando en segundo plano (y a veces olvidando) las sensaciones que el juego deja en los jugadores.

Las sensaciones son tan importantes como el diseño en sí y dependen mucho de nuestro grupo de juego.

Una de las muletillas lúdicas habituales es que "el juego es grupodependiente". Y, si bien es cierto que hay diseños que requieren mayor implicación del grupo que otros, ¿qué juego no es grupodependiente? 

Dejando de lado las mecánicas y los gustos personales hay algunos factores que mejoran la experiencia lúdica y por encima de todos ellos destaca el grupo: el carácter, la actitud, la predisposición y la implicación de los jugadores son circunstancias que determinan nuestra experiencia del juego.  El grupo condiciona nuestra relación con los juegos.

He jugado partidas a juegos que amo y habría querido morir durante el juego. Morir y matar a alguno.
Y también he jugado partidas a juegos a los que no les tengo demasiado cariño y he gozado como un tonto con un lápiz.

Muchos jugadores empiezan las partidas con prejuicios, parece que predispuestos a no gozar. Típico caso en que el grupo elige un juego que no le apetece demasiado y entonces se dedica a amargarse la vida o a boicotear y a bombardear el disfrute de los demás.

Otros tantos tienen su cliché y de ahí no salen. Los encasillados. Caso del eurogamer al que pones a jugar un juego de negociación y se queda ahí como un perrete abandonado, cortando el rollo.
O le pones un A Study in Emerald y se obsesiona con optimizar la colocación de los cubos. Lo de los roles ocultos ya para otro día. 

Tenemos también al paralítico perpetuo, el jugador que se bloquea una y otra vez en todos y cada uno de los turnos de una partida, acabando con la paciencia de casi todos (la mía en especial porque con esto no puedo).

No podemos olvidar al rebobinador de turnos. Ése que tarda en jugar su turno el triple que los demás porque una vez jugado lo deshace y vuelve a jugarlo un par de veces (y si en alguno de los rebobinados se queda en su reserva una moneda de más pues ahí está. Nota: el tema de los tramposos es especial. Antes me corto un dedo que ganar haciendo trampas. Las trampas me pueden).

Pero el grupo de jugadores es importante durante, antes y después de la partida. ¿acaso no habéis sufrido  a alguno de esos "fantásticos" explicadores capaces de destrozar tu primera experiencia con un juego? Seguro que sí. He jugado primeras partidas infumables a juegos que, explicados después por otras personas y jugados con otro grupo, me han encantado.

También tenemos jugadores capaces de empeorar tu experiencia lúdica al acabar la partida. Malos perdedores y, lo que es aún mas grave, malos ganadores.

Siempre digo que en esta afición nuestra es más importante tener un grupo fijo que muchos juegos.
Y es aún más importante que ese grupo fijo sea sano, porque un buen grupo no va a convertir un mal juego en una obra maestra, pero un mal grupo puede estropear un juegazo. 

Si buscas un jugón que goce jugando, aquí me tienes: ¡cuenta con mi hacha!


lunes, 24 de septiembre de 2018

Hooligans (segunda parte)


Hace ya unos cuantos años escribía en este blog un artículo llamado "Hooligans" (podéis visitarlo aquí) en el que hablaba básicamente de cómo se pone de animal la gente cuando se hace una crítica (buena o mala) de un juego que aman (crítica negativa) o de un juego que detestan (crítica positiva).

Además, destacaba en mi escrito que normalmente los hooligans cabreados venían a mearse en tu propia casa con la careta puesta. Vamos, que dejaban comentarios desagradables o agresivos protegiéndose con el anonimato. Valientes hi*** d* p***.

Ayyyyyyyyyy (suspiro), ¡aquellos tiempos en que los blogs éramos alguien! 

Ahora que los medios escritos somos zombies (eso dicen algunos), ya no debemos temer por hooligan alguno. Muerto el perro muerta la rabia.

Ahora que todo fluye gracias a las redes sociales y tenemos libertad de expresión a tutiplén, no debemos temer quejas, protestas, exabruptos ni descalificaciones ¿verdad que no?

Pues no. Los sufrimos más que nunca.

Los hooligans no han muerto, han mutado.
Antes no tenían otra que venir a vomitar su ira en tu propia casa.
Hoy sin embargo campan sin careta por el ancho de banda y ya no tienen que protegerse en el anonimato, ahora les da fuerza un pseudónimo y poder opinar desde el sofá de su casa.

Que escribes sobre un juego y hablas bien, sale uno diciendo que es una mierda.
Que hablas mal, aparece el "cuñao" de turno diciendo que eres un hater y que dejes vivir a la peña.
Que mencionas cualquier juego, aparecen los de siempre diciendo que todo es una mierda y que sólo es bueno lo que a él le gusta (yo a estos les preguntaría que dónde meten tanta amargura y que si tanta basura lúdica hay ¿por qué no cambian de afición?).

No os cuento nada que no sepáis.

Hace tiempo que quería escribir este post porque las redes me tienen algo agotado y hace unos días me ocurrió una anécdota que ha provocado que por fin me siente a escribir sobre la mutación de los hooligans.

Colgué en Twitter una foto de mi copia de Feudum junto a un tablero que me he imprimido, el cual no viene en la versión KS pero que ha publicado un usuario de la BGG para que podamos imprimirla. El tablero en cuestión es muy útil y sirve para contabilizar la influencia en los gremios. Sin él, contar dicha influencia se convierte en una auténtica pesadilla. En mi tuit comentaba que me parecía cutre tener que imprimir el tablero. Y la verdad es que sigo sin entender por qué en una campaña muchimillonaria como aquélla y en un juego tan probado como Feudum nadie se percató de ese error descomunal.

Tras varias respuestas amables de varios tuiteros recibí una respuesta muy agresiva que me decía que no mintiese, que ese tablero sí iba en la caja, que no desprestigiase a los pequeños creadores (!!??) y que de lo que debería hablar es de cómo me untaban para hablar bien de los juegos (?). Y me proponían hablar en privado más o menos. Tal cual.

Leí el tuit nada más recibirlo y por privado le pregunté al critter si tenía algún problema conmigo, que a mí no me untaba nadie (ojalá) y que le rogaba que si hablaba de comentar las cosas por privado primero no insultase en público. El tipo en cuestión borró su tuit ipso facto y me bloqueó. O_O

En definitiva, un día más en la vida del troll cavernario de las redes sociales.

Anécdota aparte la cuestión es que el tipo del otro día fue muy directo, pero eso no es lo habitual en redes. Lo normal es la gota malaya: tuiteas, doy la puntilla; dices algo, chiste incisivo; comentas, te ponen la banderilla. Y así hasta el infinito.
Y cuando te cabreas (y yo tengo el muelle flojo) "jiji, jaja" que no captas la ironía ni tienes sentido del humor. 

Muchos dirán que es culpa mía. Que silenciar y bloquear todo es empezar. Pero ni así.

Los trolls han mutado y están ahí para quedarse. No hay silencio ni bloqueo que pueda pararles.
Además son trolls pero no lo parecen. Te dan la murga disfrazados de buen vecino. Con una sonrisa.

Y, aunque son minoría, agotan.

Otros también dirán, quizá con razón, que si tanto me cansan las redes sociales por qué sigo en ellas. Y sigo ahí porque creo que el blog las necesita para su difusión. La irritación es un precio que debo soportar (por ahora).

Me gustaría creer que unas redes sin mala leche son posibles.

lunes, 17 de septiembre de 2018

No eres tú, soy yo.


Todo el que ama una áurea medianía
carece, libre de temor, de la miseria
de un techo vulgar; carece también,

sobrio, de un palacio envidiable.
Horacio Carminum II, 10



Si Horacio levantara la cabeza lloraría a moco tendido por lo pasada de moda que está su famosa "aurea mediocritas".
Estamos en la sociedad de los extremos, del todo o nada. La moderación es de débiles. Mejor levantar la voz y que salga el sol por donde sea.

Los juegos de mesa no se libran de esta dicotomía: castaña o pepino, mierdón o juegaco.

¿Seguro? ¿De verdad?

¿Más de tres mil juegos publicados al año y todo es blanco o negro?

Pues aunque un servidor tiene fama de rancio por reseñar algún mal juego de vez en cuando, creo que la mayoría de diseños que se publican hoy están bien pensados y editados.

Claro que hay juegos de mierda (muchos, cuanto más se editen más habrá), muchísimos mediocres y  un buen puñado de Kickstarters a los que les falta un hervor o dos, pero en general la mayoría de juegos son diseños aceptables. Otra cosa es el encaje que tengan en nuestros gustos, grupos y estanterías.

Parece que vivimos obsesionados por la búsqueda de la nueva obra maestra de los juegos de mesa. El nuevo Caylus. Un juego que descubra una nueva  mecánica y además sea canela en rama.

Pues no señores, eso no pasa cada día. No se compone un Exile on Main Street cada dos por tres, ni un Five leaves left, ni un Rumours, ni... No, no pasa.

Pero que no abunden las obras maestras no quiere decir que todo sea una mierda.

La mayoría de juegos se quedan en el grueso de la gráfica. En lo correcto. Sin brillar. Eso no les hace malos juegos. Aunque los jugones digamos que no hay nada peor que el adjetivo "correcto" para un  juego eso no es cierto. Correcto es correcto (del latín correctus. 1. adj. Dicho del lenguaje, del estilo, del dibujo, etc.: libre de errores o defectos, conforme a las reglas). Otra cosa es que brille, que tú lo disfrutes o lo vayas a amar y, sobre todo, que lo vayas a comprar para almacenarlo en tus estanterías. Ése es otro tema. Hablamos de análisis no de gustos.

A veces, sin darnos cuenta, analizamos los juegos más con el corazón que con la cabeza, porque una cosa es que un juego te enamore y otra que si no lo hace sea una mierda. Una cosa es que tú no te lo quedarías ni regalado y otra que no valga ni para calzar una mesa (alguno/s hay).

Hay buenos juegos, bien hechos, que no quiero volver a ver en mi mesa nunca jamás. Nunca. Y hay gente que los goza como un gorrino en una charca.

Así que lo dicho. Necesitamos menos extremismo y más reflexión. Pon a Horacio en tu vida.

Panamax: no eres tú, soy yo.

martes, 11 de septiembre de 2018

Quejarse por costumbre


Estoy siguiendo la campaña de Kickstarter de la expansión Everdell y la gente está dando la murga constantemente con el hecho de que a la editorial se le ha ido la mano con el precio.

Ciertamente creo que la expansión es cara, pero la cuestión aquí es que las constantes quejas (con o sin razón) y las respuestas de muchos mecenas defendiendo el precio establecido me han hecho reflexionar.

Hace unos años los jugones nos quejábamos con pena de que llegaban a España poquísimos juegos en castellano.

Unos años después protestamos porque todo se edita en castellano y no podemos absorber todos los títulos que aparecen en el mercado.

Años ha llorábamos amargamente porque había pocas editoriales españolas que apostasen por los juegos de mesa.

Además, criticábamos que hubiese tan pocos títulos a nuestra disposición y ansiabamos disponer de más juegos para darle al vicio.

Hoy podemos ver, leer y escuchar a menudo que hay "demasiadas" editoriales españolas y que se edita tanta mierda que sólo merece la pena uno de cada muchos juegos, que "para que salga un pepino" sólo se edita basura, que ningún juego nuevo "aporta nada", "otro título "olvidable".

Antes lamentábamos que los juegos que tanto amábamos se editaran sin mimo ni cariño, con unos componentes y un aspecto poco cuidado.
Actualmente nos quejamos de que todo está "sobreproducido", de que hay "componentes innecesarios" que encarecen el precio de manera absurda y excesiva. Queríamos lujo, pero sin pagarlo.

Antes demandábamos que se hablara más de los juegos de mesa, porque era un tema que debía aparecer en la prensa primero y, más tarde cuando aparecieron, en las redes sociales.

Cuando surgieron las redes y empezaron a aparecer blogs a mansalva nos cachondeábamos de que "aparecían como setas" y con sorna decíamos que "ya caerían por selección natural". Con los canales y podcasts está ocurriendo lo mismo: los demandábamos, ahora nos molestan.

Personalmente creo que es una suerte poder disfrutar del mercado lúdico que hoy se nos presenta (con la salvedad de que los precios ciertamente están convirtiendo algunos juegos en artículos de lujo, pero eso es harina de otro costal).

Disfrutamos de miles (sí, miles) de juegos editados al año y eso para el jugón debería ser una suerte (no tanto para tiendas, que deben filtrar muchísimo; ni para "opinadores", que no pueden llegar a todo y deben probar muchos juegos si quieren "estar al día").

Los juegos son más preciosos que nunca porque la calidad de los componentes y el aspecto gráfico se ha convertido en un valor más de la edición. Personalmente me gusta que los juegos sean bonitos y soy consciente de que tengo que pagar tanto por los artistas que trabajan para que eso sea posible como por la calidad de materiales.

¿Crees que hay demasiados juegos? No tienes por qué jugarlos ni comprarlos todos. Filtra, selecciona, elige antes de comprar. 

¿Crees que hay demasiados juegos malos en el mercado? No tienes por qué comprarlos. Compra los que te gusten.

¿Crees que hay demasiados "medios lúdicos" amateurs? No los sigas a todos. Elige cuales son de tu agrado y síguelos.

Dejemos de quejarnos tanto y disfrutemos de esta abundancia y sobre todo del juego y todo lo que aporta.
Nos quejamos por vicio.

Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.


viernes, 31 de agosto de 2018

Auto Reverse


Hace ya tres décadas (mejor no pensarlo) un amigo me grabó una cinta con dos caras espectaculares: en la A el Abbey Road de los Beatles y en la B un recopilatorio de un grupo desconocido entonces para mí, los Kinks, que según mi amigo "te van a molar". 
Debido a que en esa época tenía un walkman auto reverse (me costó mucho ahorrar en monedas de cinco duros), cuando acababa Her Majesty la cinta giraba y sonaba la espectacular, mágica e irrepetible "See my firends", la canción que siempre quiso componer Macca.

Esa magia de los Kinks me llevó a investigar en su discografía. Así, del Face to Face pasé al Something Else, de ahí al Arthur, al Lola, etc. etc. y de los Kinks continué mi ruta hacia otros muchos grupos que hoy amo casi tanto como a los de Muswell Hill. Casi.

Hace tres décadas no teníamos internet, no había redes sociales, ni Youtube, ni Spoify y las inquietudes musicales debíamos satisfacerlas quemándonos las pestañas con la lectura de revistas y el All Music Guide en papel, pidiéndole recomendaciones a amigos, con recopilatorios en cassete, hablando con tenderos y asistiendo a ferias de discos, ensuciándote los dedos de cajón en cajón, vinilo a vinilo. 

Creo que el ser humano tiene el deseo de aprender, las ganas de evolucionar y eso es en definitiva lo que un servidor buscaba cuando descubría un nuevo grupo musical que le flipaba. Eran los ochenta, pero si descubría un nuevo grupo no dudaba en regresar en el tiempo y buscar sonidos afines en los sesenta y setenta, a la caza de nuevas joyas ignoradas por mí hasta ese momento. 

Cuando entré en los juegos de mesa me ocurrió algo parecido: si descubría un autor o un juego que me alucinaba investigaba sus obras previas para mí desconocidas. Tenía ganas de aprender.

Creo que ese afán de descubrir es algo natural en las personas, pero hoy las tecnologías no nos lo ponen nada fácil.
Tenemos toda la información a nuestro alcance y eso hace que nos saciemos de inmediato. Todo afán por descubrir, por aprender, por incorporar a nuestra mochila se queda en la superficie.
Con dieciséis años yo ya me sabía discos de memoria, desde el primer al último tema, acorde por acorde, instrumento a instrumento. 
Un joven de hoy también tiene esa inquietud, seguro que quiere descubrir y aprender, pero la abundancia de información no le exige el esfuerzo de antaño y además el ritmo de la vida actual no le ofrece la pausa para reposarlo y meterlo todo bien guardado en su mochila. Así, va picoteando de aquí y allí, escucha un tema en Spotify, una lista que asocia automáticamente, pero no tiene que trabajárselo y procesar correctamente la información.

¿Y qué pasa con los juegos de mesa? (porque éste es un blog de juegos de mesa ¿no?).

Con los juegos de mesa está ocurriendo algo parecido.
Más de 3000 juegos editados en 2017 que junto a las plataformas de financiación colectiva ofrecen muchísimo para jugones y "opinadores", que inevitablemente entramos en esa vorágine de novedades y olvidamos mirar atrás, documentarnos, investigar, descubrir y, en el fondo, aprender. Sólo consumimos.

Como aficionado no concibo entrar en una afición de lleno para simplemente descubrir lo que viene y olvidar lo que ya vino. Como "opinador" creo que además de una necesidad es un deber.

Hace poco vi el vídeo de un "opinador" que no lleva mucho en los juegos de mesa en el que ninguneaba al Doctor Knizia para luego decir que su autor favorito era Antoine Bauza (y eso que me perdonen es como comparar a Ray Davies con Jose Luis Perales). Seguramente este "pequeño lapsus" se debe a su "afán" por descubrir lo hecho por el Doctor en su trayectoria.

Para mí investigar, rebuscar y aprender es una parte muy importante de la afición, y por desgracia el mal uso de las nuevas tecnologías (no las tecnologías per se) no ayuda a este cometido. La vorágine de novedades nos aliena, y cada vez nos permite menos la pausa necesaria para saborear, comparar y mirar atrás. Una pena.

¡Que viva lo viejuno!


lunes, 29 de enero de 2018

¿Beatles o Stones?



Muchos años lleva uno escribiendo sobre juegos de mesa y muchas reseñas positivas y recomendaciones ha hecho ya. Y a pesar de los años, no deja de sorprenderme que los lectores sigan preguntándome sobre juegos que saben que me gustan mucho y me pongan en esa fantástica tesitura de "¿con cual me quedo "X" o "Y"?", "¿Qué juego de esos que te gustan tanto es mejor "fulanito" o "menganito"?"

A menudo me llegan comentarios al  blog o correos privados que me plantean preguntas de este estilo y, sinceramente, creo que eso se debe al mundo "futbolizado" en el que vivimos. Todo se enfrenta, todo se contrapone, todo se compara pero a modo de competición. Y creo que los juegos, como muchos otros cacharros culturales, no pueden compararse como si estuvieran en competencia. Una cosa es que analicemos un juego, que lo valoremos y pensemos que es bueno o malo, pero poner a competir dos juegos de la misma categoría, gustándonos ambos (aunque sean diferentes entre sí) no tiene demasiado sentido. Cada persona tendrá sus gustos y seguramente habrá motivos para que cada uno tenga sus preferencias. Pero, puestos a poder disfrutar de dos juegos que te encantan, ¿por qué tienes que elegir? Quédate con ambos.

¿Con qué obra maestra te quedas, con la "A" o con la "B"? ¿Quiénes son mejores, los Beatles o los Stones?

Que no, que no. Que no hay competición. Todo tiene su momento para poder disfrutarlo. La música que más te apetece escuchar depende del momento, de tu estado de ánimo y del ahora. Y con los juegos pasa un poco lo mismo: elegirás uno de tus juegos (de los que te gustan) dependiendo del grupo, del momento y de la situación.

Sí, parece una perogrullada, pero esta pregunta se plantea muy a menudo.
Y a mí, que alguien me pregunte si se compra el Caylus o el Carson City es como si me preguntan si a cual de mis hijos quiero más. Como si me preguntan cual de los dos grupazos británicos  prefiero, si Beatles o Stones...

Bueno, tengo que confesar que aquí no tengo ninguna duda y que para mí la respuesta es más que evidente jajajaja (pincha el botón):






miércoles, 10 de enero de 2018

Machotes lúdicos




Hace unos días el amigo Amarillo114, compañero de mesa, gran droide y mejor persona, dejó en twitter este comentario sobre el último juego de Kiesling: "El Azul me parece un ñordaco de campeonato" y, aunque luego lo matizó, "Disfruto jugando, incluso juegos como éste. Ahora, con otros juegos disfruto mucho más" los comentarios dieron pie a algún otro tuit con perogrulladas y frases de cuñao que tanto se dan en Twitter y que parecían sacadas del manual de los "Machotes lúdicos".

Los machotes lúdicos son personajes que sólo juegan juegos de peso 4 en adelante, según la valoración de la BGG.

Los machotes lúdicos nunca proponen juegos para finolis. Nunca, repito NUNCA, van a proponer partida a juegos con peso menor de 4 porque ellos no los juegan. Si los proponen otros quizá sí. Pero ellos son machotes. Y sólo juegan cosas para machotes. Si alguien propone un juego finoli pues lo juegan porque son educados, pero proponerlo... 

Los machotes lúdicos amortizan su tiempo al máximo y no están para leches y menos para perder el tiempo jugando mariconadas que duren menos de dos horas.

Los machotes lúdicos sólo comparten mesa con otros machotes lúdicos. Así se ahorran tener que jugar juegos para finolis y decir que no, o tener que jugarlos por educación y aburrirse.

Los machotes lúdicos saben (sí, lo saben) que no te pierdes nada si juegas a esos juegos de segunda división que son los familiares y los fillers. Donde se ponga la estrategia y las decisiones que se quite todo lo demás. A divertirse al circo. 

Pues sí. Los machotes lúdicos piensan y dicen estas maravillas pero, para mi gusto, se olvidan de unas cuantas cosas importantes.

1.- Contexto

A ver machotes, no es lo mismo jugar con jugones de culo duro que con tu suegra, con el cuñao, con tu hijo de 6 años o con el de 10.

Porque a mí me parece muy bien que os guste mover cubos, procesar recursos y los juegos con reglamentos de 30 páginas, pero no os veo jugando un Through the Ages con el crío de P5.

Cada juego tiene su momento. Y sus jugadores. Y si eres tan machote que no puedes gozar jugando con tu hijo al juego más tonto del mundo, tienes un problema. Uno serio.

2.- Categoría

Machote, como bien decían las sabias palabras de M. Rajoy, perdón, de Mariano Rajoy (porque M. Rajoy no se sabe aún quién es), "un plato es un plato y un vaso es un vaso". Pues eso, un filler es un filler y un familiar es un familiar. No le pidas peras al olmo. Un filler de puta madre nunca va a dejar de ser un filler. Habrá buenos y malos fillers, pero no esperes que un filler te dé una muerte masiva de neuronas porque eso lo tienes que buscar en otro sitio. Así que, en lugar de despreciar porque "no es para tanto" plantéate qué estás buscando. Y cómo estás analizando. 

Todo juego puede ser bueno o malo, pero EN SU CATEGORÍA. Esto (lo que está en mayúsculas) tendría que ser un mantra jugón que deberíamos tener grabado a fuego en el cerebro. 
Y cada categoría tiene su momento y, otra vez, su contexto.
No vas a poner Rock'n'Roll de Led Zeppelin en un funeral, porque está fuera de lugar. Y no te vas a comer primero el brownie de chocolate y luego las lentejas porque no te sentará bien. Pues lo mismo con los juegos: cada juego tiene su categoría, enfocada a su momento y a su perfil de jugador.

Recuerda que, aunque un filler y un wargame son juegos, no pueden compararse uno con otro. Acuérdate de aquello que te decían en el cole de " no mezclar peras con manzanas". Categoría.


3.- Memoria


Machote, échale un vistazo a tu yo del pasado de hace diez o quince años y fíjate a qué jugabas. Tu bagaje te hacía gozar con juegos que ahora no te apetecería jugar ni cobrando, porque eran "tontás". Así que ponte en el lugar del que está empezando y en su bagaje. 

De nuevo el contexto: el de la experiencia, el del bagaje y el del momento vital.





4.- Gusto y Calidad

Machote, un juego no es bueno o malo por su peso, ni por su duración, ni por su mayor o menor toma de decisiones, ni por todas esas cosas que tanto os molan a los machotes.

Hay fillers de mierda y fillers fantásticos. Y eso mismo pasa con los familiares y con los euros pesados, hay euros pésimos por muchas decisiones que tengan y por muchos recursos que tengamos que procesar.

No sé vosotros machotes, pero yo juego por algunas cosas que a menudo parecéis olvidar: evadirme de la realidad, lograr retos que me plantean los juegos y, sobre todo, divertirme. Y aunque la diversión es personalísima y subjetiva (en eso no me voy a meter con vosotros), a veces uno se puede divertir haciendo el imbécil o jugando banalidades. Sobre todo si lo hace con las personas y en los momentos adecuados. De nuevo, el contexto.

Claro que cada uno tiene sus gustos. Claro que (en mi caso también) los eurogamers solemos disfrutar más con euros de peso que con otros más ligeros, nos ha jodío, pero no siempre podemos jugarlos. Y no podemos por el dónde y el con quién.
Pero no hay que confundir el gusto propio con la calidad.

Y poco más que añadir. Que cada uno juegue a lo que le divierta. Los machotes con sus juegos de machote y los demás con lo que se nos ponga por delante, siempre que sea bueno o al menos lo gocemos, sea por el juego o sea por el grupo.

Sed felices.

miércoles, 9 de agosto de 2017

La muerte de la diversión


El otro día me vino a la cabeza aquella frase de Woody Allen en la que decía que las palabras más hermosas que puede escuchar una persona en este mundo no son "te quiero" sino "es benigno". 

A mí me pasa lo mismo, pero al revés, cuando pienso en juegos de mesa. Hay dos palabras que, juntas, son las menos hermosas que puede escuchar un jugón. Son esas perversas dos palabras que cuando aparecen en la explicación ya no hay vuelta atrás: se acabó la diversión, bienvenido sopor y  vamos con el sudoku individual para las próximas (con suerte) dos horas.

Sí amigos, si alguien pronuncia esas dos palabras mágicas, se acabó lo bueno.

"Tablero individual".

¿Quéeeee? ¿Tablero individual? Me cago en mi vida y en los putos tableros individuales.

Cada uno ahí, a lo suyo, no vaya a ser que molesten al de al lado con algún meeple. Todos concentraditos en su tablero, ordenando los cubos, alineándolos para que queden bonitos y ya,si eso, otro día nos relacionamos lúdicamente, no se vaya a enfadar nadie.

Ahora vendrán los culos duros a decirme que hay un montón de juegos trepidantes con su tablero individual. Que hay un montón de juegos que están ahí arriba en la BGG y que son lo más con sus tableros individuales (que por cierto ahora se pueden tunear a un módico precio para que no resbalen los cubos y todo mole más, nuevo campo de mercado para los más fashion). 

Me cago en la BGG y en los tableros individuales.

A ver cuánto tarda alguien en soltar la frasecita "Ficha Negra, no tienes ni puta idea, mira el Through the Ages, toma tablero individual y hostias como panes". Bueno, como panecillos, si acaso, y en mi defensa hay que decir que siempre hay excepciones. 
Hay algunos juegos en los que hay tablero individual y aún así interacción.
Hay incluso juegos que, con su tablero individual y sin interacción alguna, me gustan como ejercicio individual de optimización. Todo tiene su momento. 

Pero amigos, la regla general es que los tableros individuales matan la interacción, exterminan el puteo, aniquilan la diversión y, en definitiva, acaban con el roce. 

Y ya se sabe: sin roce no hay cariño.


jueves, 29 de septiembre de 2016

Pensamientos Meepleianos


Hace unos días comentaba con Nano, el amigo Funattic channel, lo difícil que es que el contenido de un blog sea revisitado, y lo fácil que es que quede sepultado por tu propio ruido.

El visitante, como es normal, lee las tonterías que has escrito hoy y, con suerte, si hace tiempo que no se asoma, rebuscará un poquito en los escritos anteriores, esos que dejó de leer en los últimos días.

Este blog ya es bastante viejuno, siete años a cuestas, y tiene ya muchas tonterías escritas. Por eso, últimamente me planteaba si merecía la pena volver a publicar algunos artículos de opinión que están perdidos en el tiempo, como decía antes sepultados por mi propio ruido.

La verdad es que no encontraba fórmula de volverlos a presentar en público pero finalmente he decidido que es algo tan sencillo como recopilarlos ahí arriba, en la página de cabecera, para que quienes se los hayan perdido puedan echarles un vistazo.

Así es como abro la página "Pensamientos meepleianos", un cajón de sastre en el que caben artículos de opinión, estupideces supinas, artículos humorísticos y sentimientos personales.
Seguro que quienes los descubráis encontraréis unos más acertados que otros, pero al fin y al cabo para eso son opiniones, estupideces, chascarrillos y sentimientos.

Invitados estáis.

martes, 27 de septiembre de 2016

Producto nacional


Hace unos días publicaba la reseña de lo que para mí era (es) un pésimo juego patrio. Obviamente dicha reseña atrajo a troles, parientes y amigos de los creadores del juego y los comentarios agresivos florecieron como capullos en primavera (también los hay en otoño, ojo).

Unos días después reseñé otro juego nacional que esta vez gustó, convenció y mereció una reseña positiva.

Estas dos reseñas son dos ejemplos de cómo valorar juegos por lo que son (o al menos lo que le parecen a uno), sin importar su nacionalidad o cualquier otra característica derivada de su procedencia.
En esta casa gustan los juegos, los buenos juegos, y a la Ficha Negra le importa un pepino si los han creado en Sebastopol, Pekín o la Manga del Mar Menor.

Un juego es bueno o malo con independencia de su nacionalidad.

Para hacer esta afirmación no hace falta tener estudios primarios, cierto, pero a veces parece que se nos olvida, como lo demuestra el hecho de que actualmente tenemos dos tendencias polarizadas (y radicalizadas) en las redes. 

Por un lado están los detractores de cualquier producto nacional. Aquellos que, por defecto, suelen despreciar cualquier juego español y no dudan en catalogarlo de mierda pinchá en un palo antes incluso de echarles un tiento. Estos detractores son los que suelen basar esos comentarios en que la mayoría de juegos españoles son fillers o familiares de poca enjundia.
Para mi gusto el desprecio masivo y en piloto automático confunde la velocidad con el tocino, o lo que es lo mismo, el hecho de que un juego sea malo simplemente por ser un filler. Hay fillers maravillosos. Además. hay juegos medios o de culo duro españoles que también son malos, y no son fillers.

Es cierto que la mayoría de juegos españoles son juegos ligeros, pero dentro de esa categoría habrá de todo como en botica, juegos buenos, juegos malos y juegos regulares.

Las plataformas de financiación colectiva y el aumento de editoriales españolas han provocado (afortunadamente) el aumento de juegos nacionales, en su mayoría fillers, y dentro de ese aumento de producción es cierto que sale mucha paja, mucho juego regulero tirando a malo, pero no por ello TODOS los juegos nacionales son malos.

Esta opinión hasta ahora dominante está cambiando radicalmente en las redes. Últimamente destacan en twitter y facebook comentarios fabulosos sobre juegos malos y "reguleros". Es cierto que las redes todo lo magnifican, pero empieza a dar vergüenza ajena ver comentarios barrocos en los que todo lo referente a juegos españoles es "épico", "mítico", "excelente", "fantástico". Todos somos "cracks" y "super majos".

Lo siento pero no. Esa tampoco es la realidad.

Muchos podrán decir que las redes son perversas y su inmediatez lo contamina todo. Pero no. No es eso.
Sólo hay que echar un vistazo a algunos blogs y otros tantos canales de youtube: todo mola, todo es muy guay, estamos rodeados de juegazos. Señores, el espíritu crítico se está yendo a tomar por culo.

Y se está yendo a la mierda bien por amiguismo, bien por un patriotismo mal entendido o bien por falta de criterio o bagaje (o por todas ellas).

La falta de criterio no afecta sólo al reseñador sino también a muchos lectores, que cuando ven una crítica negativa se lo toman como algo personal y suelen lanzar toda su bilis contra el que reseñó (independientemente a que la reseña sea respetuosa y argumentada).

¿Qué nos está pasando?

A los futboleros nos gusta ver buenos goles y nos da igual que los marque un portugués, un argentino o un español. ¿Acaso cuando escuchas música te preguntas de qué nacionalidad es su autor? ¿Cuándo lees un libro lo valoras según la nacionalidad del escritor?

Pues lo mismo con los juegos. No nos radicalicemos y valoremos los juegos por lo que son, no por el lugar del que proceden. Hagamos caso a Horacio (no el de CSI) y su famosa Aurea mediocritas.


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