Esta semana ha vuelto a pasarme
una de esas estrambóticas anécdotas de Wallapop.
Un pseudo “influenser” contactó
conmigo hace un mes para comprarme unos cuantos juegos. El individuo en
cuestión ya me pidió hace un par de años dos juegos y tras marearme que si sí,
que si no, que si sí definitivamente, se arrepintió y los juegos se quedaron
donde estaban.
Esta vez tras reservarle los
juegos, decirle a otros posibles compradores que no estaban disponibles y
quedar con él en firme para que los recogiera ayer, el individuo no se presenta
a la cita a pesar de que le envié un mensaje por la tarde, el cual leyó y no
contestó, para recordarle nuestro encuentro.
Para colmo, le explico la
anécdota a una amiga y, casualidades de la vida, me comenta que justo el mismo
día de nuestra cita, nuestro comprador pasó por su casa a comprarle unos
cuantos juegos de segunda mano. Y es que, ciertamente, estos “influensers”
tienen que comprar muchos juegos para generar su abundante e inacabable
contenido diario.
Cuestiones personales aparte,
esta anécdota portagonizada por un “instagramer“, “tiktoker”, “youtUber” o
“whatever” me ha animado a reflexionar sobre esas amadas plataformas de
divulgación que aportan a nuestra afición tanta información veraz y profunda.
Quizá soy demasiado viejo y
amargado, pero voy a decirlo alto y claro: detesto esas formas de comunicar y
divulgar una afición.
Las detesto porque son
superficiales, innecesarias y no aportan absolutamente nada interesante para
los aficionados (en nuestro caso) a los juegos de mesa. Ver fotos de gente
maquillada y disfrazada posando con la caja del juego y una estupenda sonrisa
no es lo que busco en los juegos de mesa.
A mí me gusta JUGAR y hablar de
juegos. Leer reglamentos y discutir sobre tácticas y estrategias. Recordar
tiradas míticas y puntuaciones pésimas, rememorar derrotas catastróficas y
victorias épicas.
Nada me aportan las fotos sonrientes, ni los disfraces, ni los canalillos de
las instagramers. Nada.
Para las editoriales todas esas
poses tendrán seguramente un efecto de difusión y publicidad, pero para mí esas
fotos, esos vídeos y esas entradas que proliferan como “influensers” en eventos lúdicos no son más que ruido y acaban
generando un efecto contrario para el juego que publicitan.
Algunos afirmarán que uno puede
abstraerse del ruido, “pues no lo mires” dirán, y quizá se pueda, pero es
molesto.
Muchos de estos medios presumen
de aportar “contenido diario” y yo me pregunto cómo se puede hacer un contenido
serio, riguroso y profundo sobre juegos de mesa si cada día, sin ser divulgador
profesional, tienes que disfrazarte, maquillarte, desplegar el juego, hacerle
veinte fotos, editarlo todo y además jugar (y trabajar, hacer la compra y, en
definitiva, vivir).
Para hablar de juegos lo primero
es jugar. Toda esa parafernalia, todo ese escaparate y el tiempo que lleva
prepararlo y editarlo, no creo que deje mucho tiempo para jugar. Expertos en
posar, pero no tanto en jugar.
Creo que la premisa debe ser
“divulga porque juegas”, porque gozas jugando, y no “juega porque tienes que
divulgar”.
Cada vez se consume más contenido
de este tipo. Mucho escaparate, pero poca chicha, y eso seguramente no es sólo
culpa de quien genera el ruido, sino de quien lo apoya visualizándolo y
apoyándolo con “likes” y suscripciones.
Como decía antes, quizá es que
soy mayor para esto y además probablemente tenemos lo que nos merecemos. Sí, tenemos
muchos “medios” que reflejan aquello que pide nuestra sociedad: inmediatez, un
vistazo rápido y a por otra cosa.
Demasiado ruido para mis oídos.